En algún lugar del mundo existe un pueblito con calles de piedra, una plaza que vibra con el vaivén de las personas y calle tras calle de casas tradicionales mexicanas decoradas con colores brillantes y balcones de hierro forjado.
Este pueblito se llama Tequisquiapan y está localizado en la parte suroeste del estado en el que vivo. Dado que es un lugar silencioso y pacífico, que además acoge a la Feria Nacional del Queso y el Vino, el pueblo es un destino turístico muy popular, repleto de casas de descanso.
El pasado fin de semana, mi familia y yo decidimos viajar a Tequisquiapan en honor al cumpleaños de mi abuela. Lo único que puedo decir es que mientras el mundo se volvía loco festejando San Valentín, yo estaba teniendo la escapada perfecta en una casa mexicana tradicional, que hoy comparto en el blog.
¡Bienvenidos a nuestro pedacito de paraíso!
Francamente, yo estaba muy emocionada de pasar el fin de semana con toda mi familia. Supongo que se debe a que mis tías cuentan historias de su infancia y nos hacen reír, mientras que el olor a carne asada llena todo el jardín.
Inmediatamente después de que llegamos, mis primos más pequeños morían por nadar en la alberca. Era una lástima que el día estuviera nublado y frío (aunque no los detuvo por mucho).
Fue increíble ver a todos divertirse. En el transcurso del día hubo varios torneos de Foosball y los columpios no estuvieron desocupados mucho tiempo.
Eventualmente, empezó a llover. Los niños estaban exhaustos y nuestras esperanzas de tener una fogata, desaparecieron.
Eso sí, aún se oían risas en la cocina y me quedé sorprendida cuando vi a mi mamá y mis tías sentadas alrededor de la mesa, tomando café, comiendo pan dulce y contando historias a mis primos mayores (o sea, matándolos de risa con sus chistes).
La mañana siguiente me he despertado temprano y he decidido caminar por los jardines y tomar la mayoría de las fotos que ven en este post.
Como siempre, me encantó encontrar lugares extraños o escondidos, como el pozo en una esquina del jardín y una bodega (?) muy bien cerrada en la parte trasera de la propiedad.
Mi momento favorito, sin lugar a dudas, fue caminar por el jardín y encontrar a estas bellezas.
Un par de horas después estábamos caminando alrededor del Jardín Central de Tequisquiapan.
Igual que el Centro de Querétaro, Tequisquiapan está lleno de tiendas y restaurantes que llaman la atención de turistas y locales por igual.
Por primera vez en un buen rato, solamente he visto a un globero en el Jardín. Y es que, como San Valentín había sido el día anterior, ya nadie quería comprar globos.
No había pasado mucho tiempo cuando nos tuvimos que ir. De regreso, hemos pasado por algunas callejuelas con edificios hermosos. La verdad es que aún cuando no lo hacemos muy seguido, venir a este pueblo mágico siempre es especial.
Nos vemos pronto, Tequisquiapan.
(¡Y Feliz Día de San Valentín [atrasado] a todos!)
P.D. Olvidé mencionar esto en el último post, pero me han dejado sorprendida los comentarios positivos que recibí cuando escribí sobre mi decisión de no regresar a India. No esperaba que el post generara tantas vistas (¡para nada!). Gracias en especial a aquellos que se acercaron y dijeron cosas amables (Cristóbal: tus palabras hicieron mi día).