miércoles, 13 de mayo de 2015

El color del caos.

Hace más de un mes que no he publicado nada en el blog. 

Y es que aunque mis dedos me pedían a gritos que escribiera, mi vida estos últimos días ha sido un caos (en la mejor manera posible). Así que, habiendo tenido que reescribir este post tres veces y después de cuestionarme si estoy perdiendo el don (Ha!), les pido disculpas por mi desaparición y prometo que a partir de hoy, las Libretas de un Viajero regresan a su programación habitual: espero estar escribiendo cosas nuevas una o dos veces por semana.


Pero primero, lo primero:

¡Estoy en Canadá!

Como muchos de ustedes ya saben, a principios de abril me mudé a Montréal para mejorar mi francés. El plan: vivir en un departamento con otros estudiantes durante tres meses, en los que iría a la escuela y me dedicaría a explorar. Desde el día en que llegué (hace ya un mes y medio) y hasta el día de hoy, mi viaje ha sido toda una aventura. La vida no decepciona.


A la semana de estar viviendo aquí, me di cuenta que había tenido muchísima suerte en cuanto a mis roomies en la India. Desafortunadamente, eso no iba a pasar aquí, así que mi segundo fin de semana en Montréal lo pasé caminando de un departamento a otro, cada vez más decepcionada, hasta que encontré el (súper maravilloso) lugar en el que vivo hoy. De un día a otro pasé de ser una estudiante de intercambio a una joven adulta que vive sola, se cocina sola y quien no conoce tal cosa como un itinerario, un mapa o un plan. 

Desde hace un mes y medio que he estado viviendo sola, me he perdido en medio de una tormenta de nieve (a principios de Abril todavía nevaba en esta parte del mundo), he pasado por una cirugía menor en un dedo y sobrevivido para contar la historia; justo cuando comenzaba a sentirme normal, me ha dado un resfriado. Vivo eternamente sorprendida por los precios del supermercado, y la primera vez que hubo suficiente sol como para salir a pasear y decidí explorar a Montréal, pasé el coraje de mi vida cuando un señor superando (por mucho) las 4 décadas, me invitó a "tomar algo" (fue terrible porque el señor era bastante insistente y sus comentarios estaban bastante fuera de lugar).


Me ha tomado mucho tiempo adaptarme y es apenas hasta ahora que comienzo a acostumbrarme a la manera en que las cosas funcionan aquí, aunque el clima es algo que creo nunca voy a aceptar. Desde que he estado aquí hemos tenido tres semanas de invierno, dos días de primavera (en los que cada árbol en Montréal se ha puesto completamente verde y hermoso) y 4 días de lluvia en cantidades bíblicas mezclados con mañanas soleadas y tardes de viento.

El primero de esos días de lluvia, yo estaba completamente desprevenida, así que he usado un vestido hasta la rodilla. A primera hora de la mañana, mientras caminaba hacia la parada del camión, un auto ha pasado exactamente encima de un charco y me ha dejado la mitad del cuerpo empapado. Aún podía escuchar su risa mientras exprimía mis calcetinesestaba en la parada del camión. (Dios, ahora que lo leo hasta a mí me da risa).

Siendo completamente sincera, este viaje ha sido una travesía. De la mejor y la peor manera posible. Me han pasado cosas que no esperaba, no quería y no me imaginaba que me pasarían en este momento de mi vida. Aunque aún conozco muy poco de Montréal, estoy segura que no es un lugar en el que me gustaría vivir, pero aún así, no puedo evitar estar feliz aquí.


A pesar de que entro en pánico cada vez que alguien me habla en francés de forma inesperada (mis más sinceras disculpas al chico que me preguntó si me podía ayudar a encontrar algo en el pasillo del Provigo la semana pasada; ese "No" debería haber estado seguido de un gracias...y te aseguro que mi voz es mucho menos aguda en mi timbre normal), siento que estoy mejorando. Aunque ya es ritual verme corriendo a la parada del camión todas las mañanas y estoy segura que los conductores ya me reconocen (aplausos a los conductores del 103 Monkland), me siento un poquito más responsable, un poquito más independiente y un poquito mayor. 

Vivir sola es toda una aventura, pero realmente aprecio el tener la libertad de escoger cada segundo de mi día, poder inventar mis rutinas, cocinar lo que se me antoje, tirarme en la alfombra todas las tardes a leer uno de mis libros y tomar café, correr al Baskin Robbins de la esquina por un sundae antes de que cierre solamente porque sí...mis sesiones de karaoke improvisadas, mis exploraciones de la ciudad los fines de semana, las tardes de "solo necesito un pantalón" que se convierten en un viernes de compras, los viajes a Chinatown porque tuve antojo de Pho, mi propia versión de las Cruzadas para matar a las arañas y las hormigas que a ratos invaden la casa, el infinito placer que me dan mis rutinas de la mañana, la tranquilidad que acompaña mis viajes a la escuela (una vez que ya estoy en el camión, por lo menos), las veces que recuerdo una conversación en la que indudablemente fallé sin darme cuenta y no me queda más que reírme en el metro aunque la gente piense que estoy un poco loca...los momentos que son exclusivamente para mí, esos no los cambio.


Así es como funciona la vida para mí ahora. 

Gracias por leer y gracias especiales a aquellos que me estuvieron incitando para que escribiera en el blog (¡Adolfo!) y me han mandado mensajes preguntando cómo estoy y cómo me está yendo, prometo no desaparecer de nuevo (no pronto, por lo menos).